Viste que a veces una serie te da vueltas en la cabeza, no por lo que muestra, sino por todo lo que tiene detrás.
Bueno, con El Eternauta pasa eso. La versión de Netflix volvió a poner en boca de muchos un clásico que, si no lo leíste, seguro al menos lo escuchaste nombrar.
La historia original nació un 4 de Septiembre de 1957 - declarado luego Día Nacional de la Historieta - de la mano de Héctor Germán Oesterheld (el guionista) y Francisco Solano López (el dibujante), dos pesos pesados del cómic nacional.
El relato arranca con una nevada mortal que cae sobre Buenos Aires y lo transforma todo. Pero lo que parece una historia de ciencia ficción enseguida se vuelve algo mucho más profundo: una reflexión sobre el poder, la resistencia colectiva y las invasiones — no siempre extraterrestres— que enfrentamos como sociedad.
Lo de la invasión alienígena, ojo, no era exclusivo de Oesterheld. Desde mucho antes, autores de ciencia ficción venían imaginando contactos o amenazas del espacio exterior. Uno de los más famosos es La guerra de los mundos, escrita por Herbert George Wells en 1898, que después tuvo muchas vidas: desde la mítica transmisión radial de Orson Welles en 1938 —que sembró el pánico en EE.UU. porque más de uno pensó que la invasión era real— hasta versiones cinematográficas más recientes. A pesar del apellido, H. G. Wells y Orson Welles no tenían ningún vínculo familiar: uno era británico, novelista y pionero de la ciencia ficción; el otro, un joven director y actor estadounidense que revolucionó la radio y el cine. Solo los une el genio… y una coincidencia fonética.
También en esa época aparecieron películas como Los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956), donde los alienígenas eran una excusa para hablar de miedos más terrenales: el comunismo, la guerra fría, o simplemente el miedo al otro.
Pero El Eternauta fue por otro camino: trajo esa amenaza al conurbano, la plantó en la cancha de River, en los techos de casas de barrio, y le dio un costado colectivo. Acá no hay un héroe solitario con poderes: hay un grupo de vecinos tratando de sobrevivir juntos. Y eso, para el contexto argentino, fue revolucionario.
Oesterheld fue un tipo que supo leer la realidad con los ojos bien abiertos. De hecho, en los años 70 se acercó a la militancia política, y eso lo convirtió en blanco de la dictadura. Fue secuestrado por la última Junta Militar y sigue desaparecido. Sus cuatro hijas, dos de ellas embaraazadas, también fueron secuestradas y asesinadas. Duele contarlo, pero es parte del peso simbólico que tiene esta obra.
La serie de Netflix, dirigida por Bruno Stagnaro (Okupas, Un gallo para Esculapio), adapta con libertad pero con respeto una obra que para muchos es sagrada. Están las referencias a la original, hay efectos, acción, personajes bien plantados, pero también momentos para respirar y pensar.
¿Y cómo le fue? Bastante bien: en su primera semana se coló entre las series más vistas de la plataforma en varios países de Latinoamérica. En Argentina, claro, explotó. Algunos la aman, otros no tanto, pero todos hablan de ella. Y eso, tratándose de una historia que invita al debate, ya es un triunfo.
Y acá viene el dato local que nos llena de orgullo: el dolorense Juan Pablo Menchón formó parte del equipo de edición de la serie, trabajando durante más de dos años en la compleja tarea de recrear una Buenos Aires nevada y destruida. Según relató Menchón, uno de los mayores desafíos fue lograr la atmósfera apocalíptica que exige la historia, combinando efectos visuales y diseño sonoro de alta calidad.
Por su parte, el castellense Claudio Lesa se desempeña como actor en uno de los capítulos de la serie. En una entrevista, Lesa expresó que participar en El Eternauta es "un gran sueño" y destacó la importancia de compartir pantalla con figuras como Ricardo Darín.
Si te interesa profundizar un poco más —más allá de lo que muestra la serie—, hay unos videos muy bien hechos que analizan el cómic, el contexto histórico y el impacto cultural de El Eternauta. Vale la pena darse el tiempo.
¿Ya la viste? Si no, dale una chance. Y si ya la viste... capaz es hora de buscar esa vieja edición del cómic que quedó en la biblioteca. Algunas nevadas siguen cayendo, aunque no lo parezca.
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